viernes, 22 de julio de 2011

HUMOR



     El mayor acontecimiento en el humor radiofónico que he percibido en las últimas temporadas ha sido el surgimiento de La competència, en RAC1. Óscar Andreu y Óscar Dalmau hacen que rebose de talento el género radiofónico (y televisivo, y teatral…) más difícil que debe existir: el humor en directo. En su segundo año de emisión, sus personajes son ahora ya imprescindibles: Jean Paul, qué grande; Mohammed Jordi, un inmigrante independentista; Justo Molinero, otro inmigrante independentista ….


     Si hay un rasgo que distingue a La competència de otros programas de su género es que los Óscar son, ahora mismo, los mejores: hacen humor y hacen gracia, lo que debe ser dificilísimo. Su genialidad no solo viene de una tangible química personal, sino de una capacidad para la invención fuera de lo normal. Ambos parecen grandísimos escritores de humor, pero también de chispa repentina, brillantísima y atrevida, no tanto de aliento largo, pero diría que tan solo por su opción de buscar la brevedad, tan al uso. Sus programas a veces parecen de zapping, porque todo es bueno y todo es rápido. Su humor está lleno de niveles de lectura: un seguidor de Los Morancos se reiría con ellos, no muchísimo, pero sí bastante, mientras que un lector de guiones de Woody Allen los degustaría aún más.


     Uno de sus días culminantes fue durante el pasado noviembre, en que retransmitieron junto al equipo de deportes de RAC1 el partido entre el FC Barcelona y el Ceuta. Fue delirante, desternillante, una carga de genio al también dificilísimo género de las retransmisiones futbolísticas. Una forma de sacar oro en el desierto.


     Un acontecimiento parecido se había producido hace muchos años, muchos, más de quince, cuando otros enormes, más que enormes, gigantes del humor en la radio catalana, Ricky Romero y el llorado Ricky Bernal retransmitieron, esa vez ellos solos, un intrascendente Espanyol-FC Barcelona de liga, todo un derby que el Espanyol ganó 5 a 2. Aquella vez lo hicieron ellos solos, sin apoyo, y recuerdo una sensación cálida y fresca a la vez, como de pena por no haber repetido la ocasión más veces, igual que de momento ha sido flor de un día la situación de los Óscar en la franja deportiva. En Ricky i en Pere lo bordaron en su día; al primero le gustaban y le gustan los deportes, al segundo más la música. Igual que al menos uno de los Óscar, se desdoblaban en otros programas, con un mérito inmenso, pues diría que empezaban a las 8h y su programa duraba, creo un mínimo de tres horas. 


     Ricky AND Bernal han sido la primera referencia del humor en la radio catalana. Hacían un programa diario, y muy temprano. Inventaron las promos en directo, nos contaban la actualidad, lo mismo con sus vidas privadas, conocíamos a su familia, sus hobbies… En particular, nos hicieron conocer que la radio es un electrodoméstico que da calor, y no por su alimentación eléctrica. Y alegría y compañía, y además nos enseñaron una cierta mirada hacia la vida y una forma sana de tomársela y de contarla.
      
     Parece que Andreu Buenafuente también los admiraba, pues de ellos surgieron muchas ideas que aplicó en su programa de radio, que es una lástima que tuviera que dejar de hacer. De hecho, es una lástima que Buenafuente tenga que dormir y no funcione enchufado a la corriente eléctrica, pues si Ricky & Bernal son la referencia, él y sus equipos han sido el cénit. Y luego Polonia, etc; y luego Clapés.


     Antes, he realizado una omisión voluntaria: Alfonso Arús. Para mí sigue siendo un fenómeno inexplicable aunque (imagino) que talentoso. Creo que su humor televisivo hizo muchísimo daño a la salud mental de una generación de personas, lo cual no es grave en sí mismo, pues muchas referencias mediáticas lo han hecho y siguen haciendo. Pero en el caso de Arús fue recalcitrante: parasitar al Barça de manera obscena, burlarse de personajes en la raya de la patología, trasladar el patiocolegismo a la pantalla (señalar lo cutre, lo feo, lo ridículo…), sin carga crítica, solo recreándose en un “mira este”... Lo peor es que encima creó escuela. De todas maneras, prefiero ser prudente, no sé si declararía mi frase anterior ante un jurado, porque sé que estoy en minoría absoluta. Hoy mismo, cuando veo el producto que Arús emite el mediodía en CityTV, sigo manifestando mi incredulidad ante el hábito que puede producirme también su tertulia neopija que cultiva un ligeramente elevado marujeo con graduado escolar. Imagino que si se pone delante de la cámara a pesonas brillantes (Joan Spin, Amela, David Broc... perdón, lo retiro; Joan Spin, Amela, ahora!) resulta inevitablemente un programa atractivo. 


     Y si el humor es el género más difícil, es normal que a veces resulte fallido, lo que no es nada indigno si no hay pretenciosidad. Últimamente, en algunos trayectos en coche de vuelta a casa se me cae alguna lágrima entre las 13h y 14h porque dos proyectos que me prometieron muchísimo hace unos años han caído hasta lo no sospechado. Los especialistas secundarios, me han hecho reír, llorar a veces, pero una vez de cada cinco. Ignoro si se escuchan demasiado a sí mismos, o si están en demasiadas guerras y eso les ha hecho perder intensidad, pero hace mucho que están en un alarmante estancamiento creativo. A diferencia de los Óscar, no van sobrados de chispa en directo, y por ello necesitan como el comer mejores guiones; es solo entonces cuando pueden desplegarse con éxito. En el caso de La segona hora, de RAC1... Mejor no escribo nada, pues me enseñaron de pequeño a no hablar mal de quien no esté presente; y La segona hora no lo está, desde luego, con una excepción inmensa, tal vez el otro gran hallazgo de la creación humorística radiofónica reciente: Víctor Ollé, el técnico de sonido-montador-creador de contenidos-factótum. Sus montajes de fragmentos han sido un elemento distintivo de los programas que han tenido la suerte de contar con él. Ignoro cómo hace su magia, cómo escoge, cómo monta; si duerme o si come, pero es una pena que no tenga programa propio porque sí que tiene una manera única de hacer sus cosas; desde Minoria absoluta nos ha ganado a muchos. A diferencia de otros humoristas citados anteriormente, como Ricky & Bernal, hoy todo queda grabado, y eso le beneficia, porque alguien podrá aprender de él y ser su émulo, cosa que aún no sucede más que en televisión (APM, etc), y a bastante distancia.   
            
     Disculpas por el tono si ha resultado demasiado explícito en algún momento, escrúpulo este que no deberían seguir los programas de humor citados, que sí me parecen demasiado blancos en todos los casos. Pero esa es ya otra cuestión.-

martes, 2 de noviembre de 2010

Tiempo de juego / Carrusel deportivo

            Han pasado ya algunos meses desde el paso a la COPE del grueso de redactores deportivos de la Cadena SER. Es tiempo suficiente para haber obtenido algunas concluisones sobre el movimiento mayor en la radio española deportiva desde los tiempos de José María García.


            Está muy claro que la COPE ha metido un golazo a la SER: ha adquirido por sorpresa uno de sus programas estrella, al modo IKEA, comprando sus módulos y montándolo en casa. Por eso, este pseudoCarrusel de la COPE solo tiene de sorpresa que se emita entre cuñas eclesiásticas. Es el mismo programa, salvo ajustes, que el que conocíamos antes: la magistral y ágil conducción de Paco González, la imprescindible naftalínica aportación de Pepe Domingo Castaño, las unineuronales aportaciones de Poli Rincón… Con esos ingredientes se elabora un milagroso producto positivo, salado, con cierto sonsonete a lo Cuéntame que consiguen salvar las aportaciones de Hevia y una sensación de que, por suerte, los protagonistas del programa no se toman ni a sí mismos ni al fútbol demasiado en serio. Un enorme programa de radio.  


            Por tanto, es de esperar que en los resultados del EGM Tiempo de juego de la COPE barra a todos los demás, porque ofrece el mismo producto que ya sabíamos que funciona. No está tan claro qué será del nuevo Carrusel de Javi Hoyos y Juanma Ortega, que nace con algunos problemas de identidad. A su favor hay cierta impresión de tener muchas ganas, de dejarse la piel, de saber que somos la SER y que eso ya es algo, así como de tener a Lama (que siempre me ha sonado mucho a COPE) como contrapeso y beneficiarse del aura de Joserra. Por buscar lo óptimo diferencial en los nuevos deportes de la SER, sigo creyendo que Laura Martínez es la persona ideal para dirigirlos, porque en Barcelona conocemos su trayectoria, que está a años luz de la imagen de reportera buenachica-eficiente-vozsensual-peroellanolosabe que a veces le se detectaba en sus colaboraciones para Carrusel. Su modelo amable, creativo, de radio deportiva que filió en la antes inmejorable La gradería de Radio Barcelona no sé si es aplicable en lugares donde aún apenas se sabe vocalizar la palabra “gol” ni construir una frase entera con la estructura Sujeto-Verbo-Complemento. En la Eurocopa 2008 Laura dirigía un breve programita que, con su carácter de complemento de la programación troncal, me pareció de lo mejor de entonces; por ejemplo, en vísperas de la final entre España y Alemania, se le ocurrió preguntar a periodistas alemanes cuáles eran los nombres de futbolistas españoles más difíciles de pronunciar para ellos a la hora de retransmitir un partido. ¡Brillantísimo! Ibidem, en la anterior entrada de este blog.       


Quizá algo así necesite ahora la SER, superar modelos que parecen insuperables (el de su exCarrusel) con nuevas aportaciones, porque el producto de la COPE es el mejor, y si se le quiere igualar solo puede fracasarse, y la SER no es una emisora de quiero y no puedo. Tampoco es una emisora de muchos riesgos, sino de tener cinco o seis ideas brillantes en cada lustro y desarrollarlas bien. Por eso, sería oportuno buscar, con Laura y con los que puedan, un periodismo deportivo que, dicho en lenguaje cursi, se reinvente. Tal vez los oyentes somos los que somos, pero si se nos da langosta en vez de surimi, con el tiempo sabremos valorarlo. Somos el país que somos, pero hasta nosotros somos receptivos. Por eso si, a día de hoy, lo que ofrece ha SER es haber cambiado a Poli Rincón (qué alivio!) por Tomás Roncero (me ahorraré calificativos), es como si estuviera reconociendo de antemano una gran derrota.   

domingo, 11 de julio de 2010

Carrusel deportivo, CADENA SER



        No puedo escribir sobre Carrusel deportivo sin revivir emociones incrustadas; no puedo mencionarlo sin que emerja mi educación radiofónica sentimental. Carrusel fue el acompañante obligatorio de las infancias de quienes coleccionábamos álbumes de cromos de futbolistas, allá en los ochenta. Entonces, el fútbol parecía una disciplina más inocente de lo que ahora sabemos: no conocíamos los negocios de los presidentes, las vidas privadas o las neuronas vírgenes de varios futbolistas, las miserias de algunos entrenadores...; vivíamos la épica de las narraciones de Héctor del Mar, que nos inyectaban una forma de heroísmo, necesario en toda infancia: perder una liga en el último partido era un peso para toda la vida; los FC Barcelona-Real Madrid eran más decisivos entonces porque tenían el aura del misterio, sin el marketing visual. Pasó el tiempo y pasó la infancia, pero Carrusel seguía, y unos reporteros, llamados José Ramón de la Morena y Manolo Lama entre otros, llevaban los micrófonos a los banquillos mientras la radio deportiva pasaba una larga década de imperio discursivo de José María García, cuyo programa nocturno fue sacado del trono, más que por El larguero, por Carrusel, pues de allí procedían lamayor parte de los periodistas que tuvieron que doblar durante un tiempo su jornada laboral para mantener a los Deportes de la SER en en lugar que aún ocupan.

       Y así hasta los últimos años, en que nadie ha hecho sombra a Carrusel. No me extraña. Los intentos de aplicar el mismo formato llegan como mucho a la imitación insulsa, cuando no al ridículo caricaturesco de la COPE. Los índices de audiencia revelan que nada se mueve desde hace mucho en el seguimiento de Carrusel, pero esto no es necesariamente bueno, porque lo mismo le pasó a García antes de caer: que poca gente notó las grietas. Hasta hace nada, Carrusel ha sido un programa magníficamente dirigido por Paco González, que aparte de proporcionar el ritmo, la dosificación informativa y la atención, dotaba al programa algo que es necesario en todo proyecto radiofónico de esta época:  humor e ironía, desmitificaciones. Cualquier oyente de Carrusel se sabe de memoria unas cuantas corruptelas de ciertas victorias o algunos destinos irónicos de ciertos entrenadores, presidentes o jugadores. También, ha conseguido Carrusel algo casi imposible en los últimos años: ¡que las intervenciones de los oyentes mejoren el programa! Algo que resulta casi imposible, cuyo mérito atribuyo más a Jorge Hevia, atensísimo siempre, orador-francotirador. La selección de algunos comentaristas, como Petón, redundan en que Carrusel siga siendo indiscutible.

      Pero algunos momentos del Carrusel actual se han convertido en algo más discutible, que en ocasiones puede sonar a un reducto apolillado donde anida una realidad futbolera que no se ha acompasado al siglo XXI: Poli Rincón debe aportar, imagino, una audiencia carpetovetónica, pero su oratoria vacía solo se proyecta en alaridos testiculares de inteligencia nula. Es un personaje de Camilo José Cela, solo que en tercera persona aburiría menos, pues la ignorancia es siempre previsible. Algunos de los locutores locales también huelen a naftalina, pues después de treinta añoss siguen sin haber aprendido a cantar gol sin perforar el tímpano y a veces sin decir tres palabras con sentido (como en los que siguen al Atlético de Madrid, al Valencia, etc.). Otra cosa es ya el análisis de la narrativa futbolística; hemos superado la época del "acoso y derribo", pero no la del "respetable", la del "partido a vida o muerte" o la del "colegiado".

      El respeto hacia la figura de Pepe Domingo Castaño me hace no escribir sobre sus aportaciones actuales más allá de su labor de enlace publicitario, que no deja de notarse extraña en la época de Google. Igual que la figura de Manolo Lama reúne lo mejor y lo peor de Carrusel; se entiende que haya periodistas de equipos, pero no periodistas de jugadores; escuchar a Lama es recibir sus clases, o atender al abogado defensor de sus tres o cuatro alter ego, posiblemente los mismos con quien  a veces sale de cena.

     Las mismas cenas que los oyentes atentos podemos ir descodificando tras varias horas de Carrusel, pues el ambiente tabernario que a veces ocupa el programa convierte su contenido en digno de una ronda de chupitos. Momentos de vergüenza ajena hemos pasado algunos oyentes, y eso que solo hemos conocido las superbowl en diferido. El relax de la primera hora de los carruseles a veces ha degenerado en una comedia infecta de tono etílico.

     Estas cuestiones expuestas son mejorables; el grupo al que pertenece la SER se ha sabido siempre adaptar a los tiempos. Por eso es raro notar que Carrusel se haya ido convirtiendo es un programa local, de Madrid, pero un poco de pueblo. Una visión madrileñocéntrica se ha ido extendiendo en todos sus planteamientos. Los logros del FC Barcelona son los éxitos del otro, y excepto cuando hay vinculaciones personales profundas, como en los casos de Eto'o o de Iniesta (el hermano y el sobrino), se perciben los éxitos no madrileños como sospechosos. Cosa extraña en el grupo de prensa más plural en España. 

      No es lugar para otras conjeturas; posiblemente una futura crisis en el sútbol europeo y/o español destape la corte de los milagros en la que la prensa deportiva española parece haber colaborado.

      PD: durante el mundial, Laura Martínez se refirió a la cultura ""zen". Mientras Joseba Larrañaga buscaba en google qué era eso del "cen", con "c", Antonio Ruiz preguntaba sin rubor si lo "Zen" se puede medir en centímetros. Ni los mejores enemigos de Carrusel se atreverían a hacer algo mejor para ir en contra del programa. 

viernes, 14 de mayo de 2010

VERSIÓ RAC1, de Toni Clapés, RAC1

       Parafraseando a Vargas Llosa en su referencia sobre J. M. Coetzee, la única razón por la que no puedo afirmar tajantemente que Versió RAC1, de Toni Clapés (RAC1), es el mejor magazine radiofónico del mundo es no haberlos podido escuchar todos. Clapés toca todas las teclas posibles desde hace una década, habiendo metabolizado un cambio de emisora y la constante renovación de sus colaboradores. Creo que el humor diario en directo es el género radiofónico más difícil que creo que existe, y Clapés lo dignifica y lo culmina con un periodismo de curiosidad y distensión. Es otro tópico que hacer reír es más difícil que hacer llorar; en la radio catalana actual hacer reír es más difícil que hacer reflexionar, y esto más difícil que hacer indignarse. Pues Clapés hace que nos riamos, que aprendamos y, cuando es necesario, que nos indignemos, haciéndonos notar que informarnos y aprender puede ser ameno. 

     Clapés tuvo una idea original, hará sobre diez años, en pleno tiempo de la aún vigente dictadura tertuliana: en lugar de hablar todos de todo, decidió ir a preguntar. Hizo del género de la entrevista una novedad al eliminar la charlatanería. Otros magazines de tarde se fueron contagiando de los malos clichés de los programas matutinos, y siguen. Clapés no: si todos hemos oído hablar del sexo tántrico, él ha llamado a un especialista y nos ha hecho reírnos de él; ha acudido a los economistas que todos podemos entender; ha tenido la ocurrencia de contrastar al dr. House con un médico de verdad, nos ha traído a quien mejor nos podría explicar qué es eso del club Bilderberg... Y si los invitados han salido rana, les ha dicho a la cara que no se les entiende. Clapés fue el primero en hacernos conocer al mejor Sergi Pàmies, en tirar de Xavier Sala i Martin para hablar de lo que sabe, de economía. Asistimos con Clapés a la génesis de los confidenciales de internet, a la otra cara de la insulsa radio deportiva, a no saciar nunca la curiosidad. Nunca hubo variedad con tanta brillantez.


     Otro hallazgo de Clapés ha sido el desarrollo del colaborador ficticio: el senyor Marcel.lí Virgili (Jaume Nolla), que aunque está siempre en la frontera de la caricatura es cada vez es un senyor de l’Eixample más verdadero: agudo, burgués, cínico pero con principios, un Joan Capri puesto al día, más reivindicativo de su esencia, pasajero del Titanic que veranea en Salou. No recuerdo si el sr. Marcel.lí es anterior o posterior al sr. Casamajor de Xavier Sardà, pero sí que lo supera en perspicacia y sentido de la comedia.
Si se dice que una película es el documental de su realización, los oyentes fieles de Toni Clapés hemos ido reconociendo su biografía: anécdotas de juventud, su trabajo en una zapatería, su época en la radiofórmula, su relación de amor-odio-amor frustrado con la televisión, su paternidad, su segunda residencia en L’Empordà... La exposición de la vida propia tiene precedentes en la radio catalana: los míticos Ricky & Bernal, los programas del Terrat, tal vez todos con Joan Capri de fondo. En el caso de Clapés, esta proyección de la intimidad, jamás invasiva, ha sido compatible con la de los otros colaboradores, a quienes también creemos conocer. El milagro es que percibamos a Clapés como alguien “normal”, con quien nos sentimos equiparados aunque tenga un piso en el Eixample, cene en restaurantes caros, etc. La explicación es su honestidad, en la que nos queremos reflejar, porque el Clapés de ahora es como el de hace una década, receptivo y agudo. Creo que todos los oyentes de Versió RAC1 tenemos la impresión de que el programa se realiza para nosotros, bis a bis, y que Clapés es un conocido nuestro de confianza que nos dejaría su boli y su coche si se lo pidiésemos, aunque no sea así.
En Versió original se perciben fobias políticas, ya desde su etapa en Catalunya Ràdio, que fue quien salió perdiendo con la mala salida del locutor. Los comentarios políticos varían de intensidad según hacia quién vayan, y eso no es bueno. Tal vez, se detecta una crítica más implacable hacia lo que huele a socialista, aunque tal vez porque lleva años siempre oliendo a poder. También, con algunos colaboradores se pierde la distancia y se los convierte en gurús. A veces, se ha notado falso entusiasmo en algunas entrevistas de promoción, aunque los oyentes fieles lo diferenciamos de la exaltación sincera, ya que en ocasiones, Clapés nos dice entre líneas que el entrevistado que tiene delante es insoportable, pero que hay que mantener la compostura y ya habrá tiempo de comentarlo.
Es difícil un mejor magazine, más variado y realizado con más talento: Sergi Pàmies, El gat negre, los imitadores, la Cori, Joan Espín, Montse Llussà, Guasch & Guasch, colaboradores y excolaboradores, personajes de ficción y de verdad… Nos encantaría envejecer escuchándolos.

jueves, 8 de abril de 2010

Hora catorze, Radio Barcelona, Susana Ruiz


En la franja situada entre las 14h y las 14h30 se sintonizan los más puros informativos del día: Hora catorze, en Radio Barcelona y Catorze-quinze i Cent metres, en RAC1. Ambas emisoras proyectan formatos diferentes: compartimentado en información general y deportiva, más breve y directo el de la emisora del grupo Godó; más transparente y lineal el de la Cadena SER, sobre el que trata esta entrada de blog.

Como Hora catorze forma parte de su hermano mayor homónimo, no necesita informarnos de las noticias de cuota que quedarán para José Antonio Marcos a las dos y media: declaraciones de tal político, asuntos de compromiso… Y es que aquél es un noticiario local en el mejor sentido posible: el de su margen de maniobra; en él aparecen los delitos locales, las averías de RENFE, la crónica judicial, pero sin la sobrecarga política que es el impuesto a pagar por muchas informaciones. En este programa se perciben las huellas de cierta utopía periodística: la de poder seleccionar: la primera noticia puede ser la que toque, según el día. Hora catorze no tiene la rigidez esquelética de los informativos usuales (política, varios, deportes). Siempre deseo saber qué noticia va a ser la de su portada, porque seguro que me hará centrar mi atención el algún asunto que la merece, y en el que no hubiera pensado si no es escuchando esta emisora. A veces, he apreciado en HC una originalidad similar a la de El periódico de Catalunya, que también ha tenido que buscar su razón de ser en ofrecernos cierto discurso algo alejado del establishment, dignificando con su tratamiento algunas realidades más locales. Percibo más vida en Hora catorze que en Hora catorce: hay más nombres propios de importancia humana que mediática en sus noticias y me sitúo mejor en el mundo en la mitad de tiempo. Además, el ritmo en que se escalonan las noticias es el adecuado para el momento del día en que se emite, en que ninguna información está aún cerrada.

Además de su acertadísima planificación, el programa de la emisora del carrer Casp dispone del mejor as en la manga, el más discreto e imprescindible: su presentadora, Susana Ruiz. No creo que se pueda hacer mejor. Si alguien tuviera que darme alguna mala noticia, por favor, que fuera ella. Susana Ruiz nos trata maravillosamente: con ella, informarse no cuesta esfuerzo, pues las modulaciones de su voz nos deslizan su cometido. Su tono es siempre el más empático: suele ser conversacional, aunque a veces nos habla al oído, o puede hacerlo desde un panel informativo, pero siempre por nuestro bien. Susana Ruiz nos hace creer que somos su único oyente. Si se le pone atención y se la frecuenta, se llega a más con ella, pues vamos descubriendo que su transparencia oculta códigos que solo nosotros, que seguimos siendo su único oyente, podemos descifrar. Se la puede notar irónica, decepcionada, divertida, a veces crítica, con solo pronunciar las dos o tres últimas palabras de cada frase, las cuales parece finalizar fuera de guión, pues siempre deja notar que el tiempo le pertenece y que su programa no saldría igual sin ella, ya que en algunas afortunadas ocasiones algo de ella misma se nos va filtrando. Sus interacciones con otros redactores insinúan levemente sus emociones. Nadie como Susana Ruiz hace llegar más subjetividad a través de un género –el informativo- aséptico a priori. Sus locuciones se llenan de un tono desdramatizador que se ríe del ring de boxeo en que se han convertido los medios. Pero no hay que entusiasmarse: todo lo citado no parece solo una proyección del encanto personal de Susana Ruiz; ella no es es una chica agradable que cuenta noticias, sino que es la mejor en su disciplina y por eso la lleva a la práctica tan inmejorablemente.

Susana Ruiz no monopoliza Hora catorze; los otros redactores, que también se perciben jóvenes y eficaces, transpiran el mismo entusiasmo.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Hora catorce, Cadena SER

Los informativos de la Cadena SER solo necesitan su nombre para desprender respeto; la historia de su grupo de comunicación es breve pero intensa, y ha conformado una insignia de imbatibilidad y de rigor profesional solo discutibles desde el frentismo. La estela de uno de los más ilustres radiofonistas de su historia, Carlos Llamas, señala la trayectoria de José Antonio Marcos, actual director del informativo de sobremesa, Hora catorce.

Aunque este noticiario de cuarenta minutos se acoge a la estela de la emisora y del grupo de prensa al que esta pertenece, propone unas modificaciones estructurales en la distribución de sus contenidos que me parecen, en algunos casos, muy discutibles.

Todo viene de un par de reacciones casi emocionales que me ha provocado su seguimiento: pereza y ansiedad. A la vez. Pereza de estar escuchando un programa de excesivos vaivenes; ansiedad de que en su desarrollo se quiera abarcar tanto que luego se aprieta poco.

No veo claro en qué oyente piensa Hora catorce. Su diseño de contenidos parece el de un informativo-magazine-tertulia nocturno, pues aparte de la retahíla de noticias propone la inclusión de: un comentario de opinión, (el de Miguel Ángel Aguilar), un breve debate a final del programa, así como la guinda, en forma de entrevista, de cómo mínimo dos de las noticias; todo esto en veinte minutos, pues los diez de inicio son, siempre, cada día, dedicados a un prolija enumeración de titulares y a hacer explícita la distribución de la estructura del noticiario, la cual se repite de nuevo allá hacia su final. Por eso no veo claro qué tipo de oyente debo ser, si alguien en el sofá, o en una convalecencia, o en el coche de vuelta a casa, o en el transporte público –con prisas, envuelto de ruidos, sintonizando mediante un reproductor portátil-… No parece que ninguno de los cuatro casos, de tanta voluntad que hay en Hora catorce de abarcarlos a todos.

Este cierto atropello producido por la compresión parece una característica del programa. Una hora central del día tal vez no necesita tanta variedad de formatos sin tiempo para su desarrollo virtuoso. Así, las entrevistas de José Antonio Marcos raramente pueden durar dos minutos; el comentario de opinión de M.A. Aguilar es tan breve que no le permite desarrollar su mejor cualidad: la ironía sostenida; si los oyentes inician su digestión al ritmo en que José Antonio Marcos cierra sus entrevistas, el empacho es seguro, pues las continuas apelaciones al estamos fuera de tiempo, al no podemos, al lo siento o al cierre de micrófono repentino nos trasladan la ansiedad radiofónica que he mencionado antes.

Tal vez sería mejor un informativo más transparente, que nos quiera contar tan solo qué ha pasado por la mañana, con menos reportajismo. Sin querer abarcar tanto. Ya tendrá tiempo Àngels Barceló de pararnos a reflexionar en Hora veinticinco, de tres horas, en el que ya vamos justos, pues tiene aún menos tiempo del que dispone Carles Francino por la mañana para iniciar lo que llaman en la SER el relato informativo. Si los tres noticiarios del día constituyeran un relato narrativo, este no seguiría el modelo estructural canónico, pues su parte central, el desarrollo, debería ser la menos ambiciosa, por motivos pragmáticos: parece más fácil que un oyente ceda su tiempo a la exposición o a la recopilación de conclusiones por la noche, antes que a las dos y media de la tarde.

Hay más factores que contribuyen a esa percepción de algo plúmbeo en un informativo que no debería serlo: Hora catorce no solo es un programa, sino su acontecer: desde el principio, José Antonio Marcos nos cuenta cómo va a discurrir este, llenando de señaladores deícticos y metafictivos lo que es tan solo el transcurrir del tiempo: “iniciamos el relato del día”, “actualizamos” (la longitud de los titulares, ya se ha dicho, agota algo). Esta tendencia no ayuda interiorizar el programa, sino que carga de densidad lo que no necesita tanta: explicar noticias. Quizá es demasiado para un oyente medio a esa hora del día, al que, por excesiva gana de tratarle bien, se le maltrata algo, pues se le deja poco margen a que se forme su opinión propia, de tanto que escuchamos opiniones ajenas en entrevistas, debates y demás.

José Antonio Marcos es un excelente conductor de programa; no es su labor la que se cuestiona aquí. Su voz, su intensidad, su documentación son poco mejorables (no así su ritmo, en exceso acelerado). Le hemos escuchado brillando aún más en formatos más flexibles.

El món, de RAC1

El programa El món, de RAC1, ha logrado un progresivo aumento de audiencia los últimos años, hasta llegar a ser, durante el 2009, el magazine de la mañana más escuchado en Cataluña. Con la aparición de Manel Fuentes en Catalunya Ràdio se discute su liderato, pero sigue percibiéndose en El món esa condición no cuantificable de ser el programa “de referencia”: el primero que habría que escuchar después de una larga ausencia del país para hacerse una idea veloz de por dónde van algunos tiros.

Aunque Jordi Basté es ahora su factotum, el programa inició su escalada de la mano de Xavier Bosch. Entre ambas etapas se percibe una coherencia que, sin duda, aporta la gestión eficaz de la emisora y del grupo de comunicación al que pertenece. Una feliz casualidad ha favorecido a El món por el camino: su rival imbatido, Antoni Bassas, de Catalunya Ràdio, no continuó en El matí y su relevo fue un fatal fiasco que provocó un vacío de audiencia en el que
El món fue el más hábil.

Y con gran mérito, ya que Jordi Basté no es Antoni Bassas: no tiene su comedimiento, su manera natural de ocupay el tiempo, su hacer decir a los demás lo que él mismo piensa, tal vez su cultura; Basté es más emocional, combativo y más señalador de líneas rojas. Bassas parece expresarse en nombre de todos; Basté se coloca delante de todos. Por eso, en algunos momentos, El món puede parecer un blog en audio de Jordi Basté, pues su ubicación personal (relaciones y desarrollos personales, filias, fobias, pero sobre todo su modo de pensar) condiciona en exceso el programa que dirige, a pesar de sus excelsas dotes para hacer radio.

Esa expansión del ego no es un rasgo definitorio de la línea periodística que suscribía el propio Basté. En la prensa deportiva radiofónica, de la que él proviene, ha sido productiva, pero mal querida. Por eso, Jordi Basté no debería parecer a veces un Supergarcía (primera persona directa) o un De la Morena (primera persona interpuesta). No es rara en su programa una cierta caída en el estridentismo: un tono sensacionalista en ocasiones, alarmismo en otras, un deseo de la frase brillante transformada en slogan. Cuando Basté dirigía el programa nocturno de deportes de Catalunya Ràdio, convirtió en reclamo la tendencia contraria a la dominante: sense crits; ahora, en cambio, su editorial breve de las 8h me suena algunos días a reprimenda paternal por el volumen, tono, timbre y contenido, siempre admonitorio usados en su “bon dia, Catalunya!”.

Pero esta monofonía se manifiesta sobre todo en la parte del programa, más política, la que concluye antes de las diez. Es allí se focaliza más un discurso por encima de otros; se marca constantemente una líneas divisoria entre lo bueno y lo no bueno, entre lo neutro y lo malintencionado, entre lo nuestro y lo ajeno, lo catalán y lo anticatalán, y dentro de lo catalán, lo más catalanista; demasiados blancos o o negros, casi todo a favor y en contra y otras veces demasiado acriticismo con lo más nuestro. Las direcciones de pensamiento que Basté plasma en El món pueden filiarse con el de algunas opciones políticas, liberales y nacionalistas, pero más que situar a Jordi Basté como peón de una teoría conspiratoria, lo que se huele más es una tranquila transparencia personal: Basté no se ha vendido, sino que es así, aunque ahora algo más allá del límite de la inhibición, en la frontera de cierto mesianismo que le obliga a exponerse para salvarnos de algo.

Sus preferencias se perciben incluso en rasgos suprasegmentales: el timbre o volumen de su voz, tan cambiantes según de qué o quién o con quién esté hablando, su frecuente irrupción en cualquier uso de la palabra por parte de otro colaborador… Sus entrevistas son algunas veces entrevistas de fan, aunque sabe salir bien del paso ante un interpelado que, siempre se nota, le produce aversión. Basté ha inventado un género, el de la entrevista de rasgos pragmáticos: por su timbre y su tono solemos adivinar qué piensa el entrevistador y cómo está valorando, antes de que se produzca, la respuesta que solicita. Si las tertulias de su programa mantienen cierta pluralidad, a Basté le cuesta mantenerse en perspectiva, y da la impresión de ocupar mucho más tiempo y espacio que otros moderadores, aunque solo sea para insertar monosílabos de afirmación o disentimiento. Sus filias personales son evidentes: el salamartinismo como abstracción, el filoindependentismo justificado en el odio que nos tiene una parte del resto de España, el deseo de que el país tenga ya un potente liderazgo (algo así entre Pujol y Laporta, quizá Mas) que corrobore así sus puntos de partida. Sus fobias, lo mismo: lo progre en el mal sentido, lo tibio, la incomprensión española, el tripartit, … Basté no es menos que nadie para que no pueda opinar, pero juega con la ventaja de dirigir un programa que en su género debería contener menos personalismo. Antoni Bassas era más hábil en transferirnos su modelo de país a través de desarrollos mediados: todo en su programa expresaba lo que pensaba su presentador; en El món, el propio Jordi Basté se ha ido convirtiendo, él mismo, en su propio programa. Ejemplo de esto último: Bassas culminaba cada día, cada día, su programa con la chulería vejatoria a que un personaje cómico chulo-madrileño-español –el Manolo- sometía al Barça-toleranteperonotonto-Catalunya; Basté no necesita ficciones: nos ofrece su editorial, sin ningún complejo.

En esta época preelectoral es cuando más se perciben estas predisposicones: su cobertura de los referéndums independentistas fue digna del diario Marca (por su exageración de datos y por las confirmaciones de los prejuicios propios). Por no extenderme en ejemplos, sus adjetivos no son igual de contundentes cuando el afectado por una acusación no es de los nuestros. No me extraña que Basté no haya pisado aún La Moncloa, si es que allí recuerdan expresiones proferidas sobre el actual Presidente (“míster Trampas”, “Cantinflas”) en algún momento de rauxa.

Hasta ahora, el género del magazine de mañana se había justificado por la mezcla y por cierto perfil ecléctico, a no ser que se aspire a ser un Carlos Herrera o algo peor. Y El món es un gran programa radiofónico, sobre todo por haber recogido la idea más brillante de las radios y televisiones públicas catalanas: tener siempre los mejores colaboradores posibles. Seguiré escuchando a Basté junto a Sergi Pàmies, junto al Xavier Sala economista, junto a Quim Monzó, junto a Fermí Puig, a Carlos Torrecilla, junto a tantos ilustres a los que su programa tiene el lujo de hospedar y de los que todos, ellos, los oyentes y el programa, salimos beneficiados.

El ascenso de la audiencia de El món tal vez recaiga en su capacidad de adaptarse a la tendencia contemporánea de las audiencias parceladas, de la militancia mediática no disimulada, ahora en que toda la prensa generalista ya no es mucho mejor que la deportiva. Lo peor no es que los oyentes hayamos perdido ya la fe en la transparencia de los medios, que no ha existido nunca, sino que los productores de información tampoco crean en oyentes dignos de que se les suponga esa inocencia. Solo va quedando información militante para clientes más militantes aún. Quien dedica hoy el tiempo a escuchar radio –prensa- sabe que le están medio engañando y por eso su principal labor es descodificar las trampas con que se nos informa. En el fondo, pues, todos estamos jugando, cuando lo que hay detrás es muy, muy serio, pues seguimos sin tener otra manera de ubicarnos en el mundo. Por eso, sabe mal que alguien con el talento de Jordi Basté finja –o se crea- a veces en su programa que él sí que juega sin trampas.